J. M. William Turner
Londres, Inglaterra, 1775 - Chelsea, Inglaterra, 1851
Joseph Mallord William Turner nació en Londres en 1775. Su genio se manifestó precozmente: sus primeros dibujos firmados, copias de grabados, son de 1787.Comenzó sus estudios con el dibujante Thomas Malton y en 1789 fue admitido en la Royal Academy School de Londres. A partir de ese año comenzó a realizar sus álbumes con vistas de Londres y paisajes de sus alrededores. Desde 1799, el reconocimiento del público comenzó a incrementar, al igual que los encargos de sus obras. En 1803 inauguró una galería en su propia casa de Londres para realizar sus propias exhibiciones. En 1807 publicó el primer volumen de su Liber Studiorum, un manual ilustrado con sus grabados sobre pintura de paisaje. Ese mismo año, fue nombrado profesor de perspectiva en la Royal Academy, donde dio clases de manera ininterrumpida hasta 1828. En 1823, el rey Jorge IV le encargó una gran pintura sobre la batalla de Trafalgar para el palacio de St. James en Londres, tela que recibió grandes críticas. El escritor John Ruskin, gran coleccionista de su obra, defendió al pintor en su libro Pintores modernos, publicado en 1843, afirmando la superioridad de los artistas paisajistas modernos 'entre ellos Turner' por sobre los antiguos.En 1843 estudió la Teoría de los colores de Goethe y la aplicó en sus pinturas. En 1845, debido a la enfermedad del presidente de la Royal Academy, ejerció ese cargo durante casi un año. A esa época corresponden los últimos viajes que el artista realizó.Entre 1819 y 1820 viajó por primera vez a Italia y visitó las ciudades de Milán, Venecia, Florencia, Roma, Nápoles, Sorrento y Paestum. Volverá a Italia en sucesivos viajes realizados en 1828, 1833, 1840 y 1843. Sus últimos años, aquejado por problemas de salud y con dificultades para pintar, transcurrieron en la residencia que el artista adquirió en 1846, ubicada en un suburbio londinense. Murió el 19 de diciembre de 1851.
Juliet and her Nurse (Julieta y su aya), 1836
Óleo sobre tela, 88 x 121 cm
En Juliet and her Nurse, Joseph Mallord William Turner presenta una imagen de la piazza central y la zona oeste de Venecia vista desde las alturas del extremo oeste del Procuratie Nuove, lindante con los techos del Hotel Europa, donde se alojaba. En el centro se encuentran el Campanile y la Basílica de San Marco, con la extraña blancura casi fantasmal de las cúpulas acentuada por los ladrillos rojos de la torre. A la derecha está el distintivo plano superior del Palazzo Ducale, que en la representación de Turner aparece un tanto comprimido. El edificio a la derecha con cúpula atenuada es la Zezza, o La Casa de la Moneda. Justo arriba, con dos pinceladas, Turner describe las famosas columnas del León de San Marco y San Teodoro, erguidos en la Piazzetta. Desde ahí se extiende en la distancia el pavimiento de la Riva degli Schiavoni, bordeada por numerosos barcos. A la derecha, los fuegos artificiales estallan en el aire por encima de las naves más importantes amarradas en el puerto, al lado de la iglesia San Giorgio Maggiore, de Palladio. En la plaza misma, una muchedumbre festeja el Carnaval, con su atención dividida entre los músicos, los espectáculos de títeres y los estallidos, tal vez más de luz que de fuegos artificiales, al lado del café de Florian.
Ésta es una escena nocturna en la que el fuego irrumpe en la oscuridad, cautivando a los espectadores. Varios expertos suponen que Turner empleaba estos dispositivos a fin de explotar la conocida comparación entre la gloria de Venecia en el pasado, regida por la ley austríaca, y la Londres de su época.
El título del cuadro invoca la obra Romeo y Julieta de Shakespeare, y cabe suponer que la Piazza festiva remplaza al baile de los Capuleto. Un joven John Ruskin (1819-1900), quien más adelante llegaría a ser un escritor muy influyente en el tema del arte y la sociedad en el mundo, se encontraba entre quienes asumieron el desafío de defender la iconografía de Turner, incluyendo las incongruencias topográficas en su representación de Venecia. Finalmente, no hace falta que el cuadro tenga apologistas, ya que, entre las obras de la segunda mitad de la producción de Turner, es una de las telas más evocativas, con un clima fascinante: la contundente combinación de una perspectiva dinámica con estallidos puntuales de luz se manifiesta claramente.